miércoles, 27 de julio de 2011

Insomnio

Es ése momento indescriptible e intransferible, que se vive sólo cuando se vive y uno sabe que lo sufre pero no puede sufrirlo al recordarlo sino sólo al volver a vivirlo, cuando se vuelve a poner el sol y volvés a simular que aún no te rendiste aunque si te queda fé, es casi nula. Es ése momento único que no tiene comparación con nada más, que se vive cada noche y aún así es un momento único y apartado del resto de las noches desveladas que se sufre, se alimenta y se lástima por sí mismo sin necesidad de sumarlo a la carga de otras noches. Sentir como el cuerpo se desfallece de cansancio así como la mente, y que el mero hecho de estar recostado no puede descansarlos (a la mente y al corpo). Y no poder quedarse quieto, probar las posiciones más estrafalarías y emocionarse cuando en alguna, y sólo por un instante, se pueda atisbar en el horizonte más lejano una punta blanca que podés confundir con el iceberg del sueño. Y te quedás así, tratando de pensar exactamente en lo que estabas pensando, el cuerpo quieto donde estaba y el corazón latiendo rápido esperanzado. Por supuesto a la media hora vuelve a vencer la desesperación. Y las neuronas ya no funcionan. Tus piernas reclaman levantarse de un salto y tus brazos romper todo lo que esté ahí, reclaman tirar la biblioteca y arrancar las hojas de todos los libros, a ver si cansándote más lográs conciliar el sueño. En el fondo sabés que no va a ocurrir, sobre todo porque lo estás buscando. Entonces decidís no buscarlo más. Puede parecer muy difícil, pero uno ya tiene prácita (oh, vaya si la tiene). Y esa tarea que en otra circunstancia sería casi imposible la lográs sin que te resulte un gran logro (un poco por la práctica diaria, un poco por la comparación con esa meta resplandeciente en dificultad que es llanamente poder dormirse). Pero aún así, no te vas a dormir. Muy en el fondo lo sabés. A la tarde leiste un libro sobre hombres lobos y vampiros que intentan salir adelante cargando con el peso de una maldición a cuestas. Pero éso no es nada, absolutamente nada, comparado con la maldición de tener sueño, taaaanto sueño, y no poder pegar un ojo. No hay sufrimiento comparable, ni el dolor de recuperar la consciencia después de una anestecia general cuando te abrieron el cuerpo al medio, ni la peor de las rupturas amorosas, ni llegar al final de tu libro preferido... nunca me sacaron los ojos, pero estoy segura que sería mucho menos exhasperante, sí, desesperante. Es tan tedioso como horrible. Y en ese momento, si aún la cama conserva sus sábanas, éstas totalmente enredadas en un mar de piernas, cuellos y almohadas el sufrimiento desgarrante parecerá apocalíptico. Creerás que esa noche insomne será lo peor de tu vida, que jamás conocerás algo así, todo parecerá de pronto tan importante, y al mismo tiempo, muy en el fondo, sabés que vas a vivirlo mañana, así como lo viviste ayer.

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