miércoles, 27 de julio de 2011

Estás en tu tierra, acorralada. Y se te van desnudando solos los pies mientras te preguntan a dónde, ahora que no hay suelo. Y tu cuerpo, mi cuerpo, sus uñas, su dedo gordo y su talón van a saltar hacia el vacío, para que quedemos sólo nosotros acá, solos. Para poder quitarnos las ropas sin incomodidades, ahora caen solas al suelo y no se detienen y siguen hacia abajo y Dios sabe si llegarán a la china o se irán más allá del espacio, o no, o la tierra es plana y se caerán nuestras ropas del gran cuadrado para taparle las fauces a dos tortugas gigantes, y nosotros más arriba, riéndonos en nuestros oídos y perpetuando ese silencio que hace doler de bienestar. Porque sí, porque es así, porque jesú lo quiso así, el momento de comprender nuestra superación arde adentro, adentro, adentro, adentro, taaan adentro. Y ahora la acidez va fluyendo por nuestros besos y se mueven nuestros centímetros encrispados y ahuyan tus soledades en mi nuca, para que no me olvide de tus partes. Y vamos colisionándonos y aprendiendo de los choques, vamos aprendiendo a entrar adentro del otro y ay!, sí. Y ya ni nos acordamos de dónde podrían haber quedado nuestras ropas, ya ni nos acordamos de que nuestros cuerpos y tu pie con sus uñas y su gordo y su talón se sacrificaron por nuestro amor. Pero no, no es amor, es sólo una estúpida sensación, sensación sentida en lo más sensacional del sentimiento, pero estúpida al fin aunque nos asuste tanto, y nos crezca tanto el pecho, y nos duela tanto, y nos alegre tanto y nos destruya tanto, y nos acicale así, hasta rasparnos las pieles y continuando hasta llegar a los músculos y así a todos los órganos, y los huesos, y la médula, y me desangro.
Heredé la salvia de sus palmas.
Y me arrugué hasta que no se entendió ya mi cara.
Ejercí sobre las tinieblas la más poética venganza.
Eso soy, rastrojos y mugre acumulada, tierra que avanza.
Irritadas las mañanas sobre los bancos. Vacíos de impulsos y llenos a rebalsar de eufemismo. Cómo las palabras circulan al rededor sin penetrar en los cueros. Cae la redundancia esgrimiendo hasta el último instante su perpetuo quehacer. Nadie sabe cómo sería ser parte de todo ésto habiéndolo escogido.
Seré viento y meceré las hojas de los álamos y de cansancio me desnudaré en tu rosa extasiada. Desvirgando los lamentos iré tomando mis propios tiempos, acrecentando la marea con el alba y perpetuando la hipocresía de las palomas. Seré cupido y seré marmota, seré la excitación que recorre ahora tus venas, seré aguacero y seré un simplísimo plumero. Seré la cansina luz que te anda iluminando por estas horas, donde no se entiende mucho por que se sigue despierto o porque uno ya se ha despertado. Seré tu epidermis para guardar mi tacto, poder recorrerte cada noche por ser vos, y seré palmera que sostenga la embestida. Acariciaré mis propias terminales y me levantaré victoriosa en cada anhelo. Congregación en tu espera, yo, el viento y mis otros yos, que no caiga el tiempo.
Mientras giraba iluminada por la luna amarilla le cantaban las luciérnagas. Resplandecía. Irradiaba la energía del cosmos entero y filosofeaban enteras sus mitocondrias. Paz, plenitud. Pero ¿a dónde irá después? Cuando se acaben las palabras para callar...Será eterna y será hermosa. Preciosa hasta la muela de juicio. No importa cómo se sucedan los sucesos, irradiará toda la ternura que le falta al sol.Y yo estaré ahí, siempre capaz de mirarla.
Vamos a estrangular nuestros juramentos y elevarnos por los cielos. Como si fuésemos bandadas de linternas iluminando las vaginas de las hembras. Haciendo parir desde adentro los azotes que crisparán el ego y escupiendo la verdad que jamás surgirá. De lo interno al externo surgiendo las masas se nutre mi raza y me extingo, violenta, sin dar crédito a lo que haya alrededor.
Me perdí.
Y te busqué.
Quise encontrarme en tus ronquidos
Ese perverso recuerdo caducado
de amor, y acción anti-insomnio.
Quise abrazarme a tu recuerdo.
Retenerlo, retenerte.
Saber cómo sabían tus labios,
el olor de tu pelo.
La sonrisa que guardabas para mí
cómo era.
Tus caricias, tus venas.
Tus piernas.
Nuestra mirada.
Pero ya no estabas.
Ya no estás.
A lo lejos se ve el corazón latiendo trémulo. Y se ahincan entonces la desidia y la congoja en lo profundo. Se minimiza todo y se ve el estorbo, su barrera. Puro eso, pura aflicción de la energía de uno. Me desarmo, me derrito, me desplomo, me derrumbo, me desmorono, me derribo, me desciendo, me desmayo, me debilito, me desprendo, me desvanezco, desaparezco.
Sombra que huye, te huye. Y el viento. Sombra es, que escapa y se estira, se retuerce y bosteza, gime y susurra, estornuda y se aplaca... se aplaca y cae de la tabla, al mar.
Sombra es, de ésas que corroen, no, sí, te destruyen. Sombra que viaja sin cuidados por el adentro y se abre paso entre las arterias hasta contaminarte el corpo entero, no, sí, cómo no, por supuesto, el corpo entero. Y te mirás al espejo, sí, hay una sombra que antes no estaba en tu ojo derecho. Hay una sombra y parpadeás. ¿Qué es éso? nada que importe, sí, claro.
¡Claro que importa! Es vital para el universo entero, y disculpame que te lo diga, nena, nos sinceramos y admitimos que ambos sabemos que no te importa ni un poquito el universo, pero te importa a vos. Es de suma importancia para vos. Te importa en el inhale y te importa en el aaaahhm, sí, exhale. Te importa en el izquierda y en el derecha de tu vereda. La vereda, claro, sí, cómo olvidarlo. Importa en el sí de "¿quiere un vaso de leche?" tanto como en el no de "¿Quiere una taza de café?". Te importa en la nausea del olor y en el dolor de las entrañas. Te importa en la raíz de cada pelo y te importa en cada tirón, en cada aprieta, en cada arriba abajo (al centro y adentro, cómo no). Te importa en cada aggh y en cada eeggr. Te importa en cada nota, en cada silencio, en cada negra en cada redonda y en cada Úrsula, sí, Úrsula. En cada Juan y en cada Olga. En Olga y Juan, Oh, Dios, sí, Olga y Juan, Juan y Olga. Olguita y Juancho, sí, no, tu sino. Te importa y deja de poner los ojos en blanco y simular una sonrisita altiva por que no me engañas. No, cómo podrías, sí, claro.No me engañas en éste tema y no te esfuerzes más, ya no engañas a nadie. Oh, no, not eni mor. 

Le mort.

Lo sentí temblar. Sentí su miedo disimulado. No supe que hacer. Mentró pánico al darme cuenta de que no tenía la más pálida idea de dónde estaba justo en ése momento. Nos paramos (no sé cómo). Lo miré pero no llegaba a comprender del todo su rostro, no hablo de lo que entrañase su expresión sino simplemente de sus facciones. Nunca me había detenido a observarlo, de hecho me sorprendí una vez por aquellos tiempos sin recordar cómo se veía. De hecho prácticamente no lo conocía, y aún así...
Miré hacia adelante decidida a concentrarme al máximo en la complicadísima y extraña tarea de llegar al kiosco, pero de pronto me distraje con la vereda, que al mirarla desde la perspectiva en la que fui capaz de mirar las cosas esa noche, me resultó comiquísima. Me reí, sé que me reí y que me sentí mal por reírme mientras él relinchaba y seguía sacudiéndose a mi lado. Me di vuelta... ahora sí tenía pánico.
-No te mueras, no acá- dije aún con un resabio de la risa. No lo conocía, y aún así, la idea de que se muriera me resultó la idea más triste del mundo, para mí, para él y para el propio mundo. Volví a implorarlo otra vez, con un tono que seguía sin encajar con la situación, con la congoja que llevaba adentro ni con el cielo rojo y los truenos, no encajaba con sus terremotos corporales, no encajaba. Y seguí repitiéndolo, palabras más palabras menos, hasta que ya no pude comprender absolutamente nada.

Insomnio

Es ése momento indescriptible e intransferible, que se vive sólo cuando se vive y uno sabe que lo sufre pero no puede sufrirlo al recordarlo sino sólo al volver a vivirlo, cuando se vuelve a poner el sol y volvés a simular que aún no te rendiste aunque si te queda fé, es casi nula. Es ése momento único que no tiene comparación con nada más, que se vive cada noche y aún así es un momento único y apartado del resto de las noches desveladas que se sufre, se alimenta y se lástima por sí mismo sin necesidad de sumarlo a la carga de otras noches. Sentir como el cuerpo se desfallece de cansancio así como la mente, y que el mero hecho de estar recostado no puede descansarlos (a la mente y al corpo). Y no poder quedarse quieto, probar las posiciones más estrafalarías y emocionarse cuando en alguna, y sólo por un instante, se pueda atisbar en el horizonte más lejano una punta blanca que podés confundir con el iceberg del sueño. Y te quedás así, tratando de pensar exactamente en lo que estabas pensando, el cuerpo quieto donde estaba y el corazón latiendo rápido esperanzado. Por supuesto a la media hora vuelve a vencer la desesperación. Y las neuronas ya no funcionan. Tus piernas reclaman levantarse de un salto y tus brazos romper todo lo que esté ahí, reclaman tirar la biblioteca y arrancar las hojas de todos los libros, a ver si cansándote más lográs conciliar el sueño. En el fondo sabés que no va a ocurrir, sobre todo porque lo estás buscando. Entonces decidís no buscarlo más. Puede parecer muy difícil, pero uno ya tiene prácita (oh, vaya si la tiene). Y esa tarea que en otra circunstancia sería casi imposible la lográs sin que te resulte un gran logro (un poco por la práctica diaria, un poco por la comparación con esa meta resplandeciente en dificultad que es llanamente poder dormirse). Pero aún así, no te vas a dormir. Muy en el fondo lo sabés. A la tarde leiste un libro sobre hombres lobos y vampiros que intentan salir adelante cargando con el peso de una maldición a cuestas. Pero éso no es nada, absolutamente nada, comparado con la maldición de tener sueño, taaaanto sueño, y no poder pegar un ojo. No hay sufrimiento comparable, ni el dolor de recuperar la consciencia después de una anestecia general cuando te abrieron el cuerpo al medio, ni la peor de las rupturas amorosas, ni llegar al final de tu libro preferido... nunca me sacaron los ojos, pero estoy segura que sería mucho menos exhasperante, sí, desesperante. Es tan tedioso como horrible. Y en ese momento, si aún la cama conserva sus sábanas, éstas totalmente enredadas en un mar de piernas, cuellos y almohadas el sufrimiento desgarrante parecerá apocalíptico. Creerás que esa noche insomne será lo peor de tu vida, que jamás conocerás algo así, todo parecerá de pronto tan importante, y al mismo tiempo, muy en el fondo, sabés que vas a vivirlo mañana, así como lo viviste ayer.
Una hoja se desprende de un plátano más allá. El otoño ha llegado al cementerio y las baldosas bajó mío me cuentan que estoy afuera de cualquier estación. Que sentada acá junto al muerto pareciéramos ser lo mismo. Dos almas que no pueden traer algo nuevo a sí. Estancados en el pasado lloramos por los recuerdos bonitos tanto como por los feos. No podemos sentir nada de un futuro que jamás nos pertenecerá, para bien o para mal. Y sobre nosotros, sólo lo que nos entierra, los resabios de todo aquello que ocurrió después de que ya no pudimos vivir más.
La música que escucho es lo mismo para los dos. Un estado atemporal representado en armonías y melodías. Nos cantan voces sin edad, las paredes están igual de derruidas en cada mausoleo. Acá todos somos iguales, acá no importa qué te hizo morir, las almas vuelan persiguiendo las hojas secas hasta que éstas traspasan los muros volviendo al mundo vivo.
Y yo me quedo sentada. Cambió de peldaño cada vez que el mármol donde reposo toma calor. Quiero que Antonio en su ataúd sepa que no hay distancias entre nosotros dos. La puerta está cerrada pero sus ventanas no, estiro mi mano izquierda y asiento. No, no hay estaciones para nosotros dos.
Una hoja se desprende de un plátano más allá. El otoño ha llegado al cementerio y las baldosas bajó mío me cuentan que estoy afuera de cualquier estación. Que sentada acá junto al muerto pareciéramos ser lo mismo. Dos almas que no pueden traer algo nuevo a sí. Estancados en el pasado lloramos por los recuerdos bonitos tanto como por los feos. No podemos sentir nada de un futuro que jamás nos pertenecerá, para bien o para mal. Y sobre nosotros, sólo lo que nos entierra, los resabios de todo aquello que ocurrió después de que ya no pudimos vivir más.
La música que escucho es lo mismo para los dos. Un estado atemporal representado en armonías y melodías. Nos cantan voces sin edad, las paredes están igual de derruidas en cada mausoleo. Acá todos somos iguales, acá no importa qué te hizo morir, las almas vuelan persiguiendo las hojas secas hasta que éstas traspasan los muros volviendo al mundo vivo.
Y yo me quedo sentada. Cambió de peldaño cada vez que el mármol donde reposo toma calor. Quiero que Antonio en su ataúd sepa que no hay distancias entre nosotros dos. La puerta está cerrada pero sus ventanas no, estiro mi mano izquierda y asiento. No, no hay estaciones para nosotros dos.
Es esa cuestión de las distancias, la bipolaridad estacional, y que es otoño. Es que es otoño y el otoño es hermoso aunque nostálgico, y la nostalgia nos telgiversa los ánimos. Y los ánimos están desencadenados, vuelan como ánimas por la cueva que hay dentro nostro, vuelan asustando a los órganos, riéndose traviesos, malditos, aunque puros, ¿cómo es posible? Ahora ando antojada. Ahora ando antojada. no puedo bajar las escaleras ni hacia arriba ni hacia abajo. Por que no me acuerdo que significabalo feo y que lo bueno. Vos, ¿representas lo bueno o lo malo? Y vos, en este mismo instante, sos lo bueno, ¿verdad? pero ése ser bueno, ¿no es ser lo malo? se me complican las palabras porque no las sé. Nunca las supe. Nunca hubo palabras, no existieron, no se supieron, no, no, no. ¿Entonces? ¿Por qué la incontinencia verbal? Verborragia es que le dicen. Ahora mismo quiero y no puedo parar, pero no le puedo poner nombres a las cosas, que vendría a ser encontrar palabras, ni engañarme con que si lo hago, por esa cuestión de las distancias, la bipolaridad estacional y que es otoño.
Nos circumbala la desidia este atardecer. Y visitamos cementerios para redimirnos de la culpa inobjetable. Vamos avanzando con pasos trémulos y danzamos con giros ebrios a la luz de una luna que empalaga. Nos vemos pensando en cada noche en el otro, buscamos nuevos caminos que se asemejen a los caminados. Vamos torciendo destinos para reencontrarnos con el pasado.
Vamos, hacia adelante y el delante es un poco arriba, al costado, abajo y detrás.
Algún girasol
para nutrirme hoy,
putrefactísima yo
y los que me siguen,
putrefactísimo el reflejo del dolor

El alma esperará desnuda
a que los soles envidien
el cuerpo, la carne,
la calma,
el ansia carcomida desde adentro.

Y aquel fuego estupendo,
de color y porte,
enfermo de esencia
lo quema todo.
Me limpia, limpia la carne
y el reflejo

Canta ahora la razón
con su flugurante astucia
llorando la incomodidad
que retuerce cada músculo,
lleva a cuestas su melodía
el viento.

Putrefactísima yo
y los que me siguen.
Putrefactísima la oda
a nuestro placer
a nuestra cumbre de dolor

Ahora
un sol.
Gira el girasol.
Pomposo
Puro.

"Silence is Golden"

Se dijo a sí misma que era el silencio lo que la tenía a mal traer. Quiso escaparse entonces de él, pero estaba agarrada de pelos y dientes tanto que parecía un abrazo desesperado, La imagen: lo abraza como si fuese su amado escapándosele de las manos, lo abraza y lo retuerce, casi ahorcándolo, y no le importa si muere, porque si muere así morirá en sus brazos y se escrurrirá por los poros de su piel, morirá en ella y allí permanecerá por siempre, en su abrazo estrangulador.
Amaba ése silencio porque era ése silencio quién permitía seguir imaginándose que lo que se callaba era lo que deseaba oír, y no lo contrario. Lo amaba y le estaba agradecida, pese a saber que la enfermaba en grado sumo. Lo amaba porque la mantenía viva. ¿Qué hubiese sido de ella si su sueño se desmenuzaba, si esa esperanza cuyos únicos soportes estaban hechos de silencios y de la autopromesa de que el no-silencio hubiese sido la respuesta deseada caían? Ella caería. Porque desde su enfermedad ella estaba arriba, bien en la cima de sí misma, era su propio sino encarnizado. Ella, desde su enfermedad no era nada más que ella misma.

Mi noche

Mi noche
de animal desgarbado
titilante
apasionado, exhausto
a estrenar y podrido

Mi animal,
el animal de mi noche,
de colmillos torcidos,
que emerge de las grietas
un poco para flotar
en las nubes moradas
un poco para escurrirse por las paredes
hasta empaparse de suelo

Mi noche
de grito sucio y ahogado
de promesas borradas
de cuerpos de nada
que aplastan

Mi noche
de risa afónica
y vaivén acongojado
y ojos flameantes (bien maricones)
de animal que desconoce
su fecha de vencimiento
pero la sabe pronta
y camina igual
sólo por caminar
camina igual
siendo cada paso
un manifiesto esplendoroso
de sentirse vivo y de quémásda

Mi noche de animal desgarbado
con su piel de bestia
regateada en el sótano
de alguna feria americana

Mi noche
de tobillos de macho errante,
de ironía
como calcada del filo
de la daga que se abre lugar
en mi tórax
(también parte de mi noche)